Aproximación a la realidad de una industria estratégica para el país.
La industria farmacéutica se ha posicionado como uno de los sectores más relevantes a nivel global. En Uruguay, la fabricación de productos farmacéuticos de uso humano representa el 3,5% del Valor Bruto de Producción (VBP) del sector industrial[1].
La industria farmacéutica se ha posicionado como uno de los sectores más relevantes a nivel global, no solo por su invalorable contribución a la salud de la población mundial, sino también por su significativo aporte a la economía de los países.
En Uruguay, la fabricación de productos farmacéuticos de uso humano representa el 3,5% del Valor Bruto de Producción (VBP) del sector industrial[2]. El Valor Agregado Bruto (asimilable al PIB) del sector farmacéutico se ubica en el entorno de los 200 millones de dólares anuales. La facturación total en plaza del mercado uruguayo es de unos 520 millones de dólares por año, de los cuales la industria nacional representa 325 millones, es decir el 63% del mismo.
La industria uruguaya del medicamento provee nueve de cada diez unidades físicas que se consumen localmente, proporción que se ha incrementado en las últimas dos décadas, cuando a principios de siglo ese ratio representaba el 78%. El precio promedio del medicamento en Uruguay es, desde hace años, el más bajo de América Latina según surge de consultoras especializadas.[3]
Por otra parte, según cifras oficiales, este precio ha evolucionado por debajo de la inflación, lo que implica que es más accesible para la población en términos reales, explicado esencialmente por la influencia relativa de los productos nacionales. En el período 1999 a 2019, la tasa de crecimiento anualizada del IPC de medicamentos y tiques es del orden del 6,4%, mientras el IPC general del país registró una tasa de variación anual promedio de 7,5%[4].
En el país hay un centenar de empresas dedicadas a la comercialización de especialidades farmacéuticas. En los últimos años se ha profundizado un proceso, que no es nuevo, de venta de empresas de origen nacional, dando lugar a la creciente incursión de capitales regionales en la industria local.
El mercado de fármacos se caracteriza por la elevada concentración, donde diez empresas representan más de la mitad de las ventas, y las primeras veinte, tres cuartas partes. Ocupa de forma directa a unas 3.500 personas, con elevado nivel de capacitación, donde más del 15% son profesionales universitarios. Adicionalmente, de forma indirecta permite ocupar numerosos puestos de trabajo y dinamizar otros sectores conexos como los proveedores de insumos (cartonería, vidrio), publicidad, comercio exterior, imprenta, logística, almacenamiento, entre otros.
Aproximadamente el 85% de la producción nacional se destina al mercado interno y el 15% a la exportación. Nuestra industria se encuentra firmemente abocada a la apertura de nuevos mercados, lo que constituye un desafío en muchos sentidos.
Se trata de una industria extremadamente regulada por normas nacionales e internacionales, con elevados niveles tecnológicos, conocimiento científico, fuerte inversión y permanentes adaptaciones a nuevos estándares y exigencias. Tan solo por citar un ejemplo actual, en breve comienza a regir una nueva disposición que obliga a nuestra industria a proporcionar información sobre los medicamentos en sus estuches, de forma tal que permita la accesibilidad de personas con discapacidades visuales.
Son disposiciones que por supuesto compartimos, que generan valor y otorgan beneficios sociales. Sin embargo, todas las nuevas exigencias que se nos imponen determinan adaptaciones, cambios, ajustes en las empresas, que representan inversión y costos adicionales que se suman a una ecuación complicada en un país extremadamente caro para producir. Nos referimos a las tarifas públicas, impuestos elevados, costos laborales y un dólar estancado que estimula la importación de productos.
En este sentido, la industria nacional se ve amenazada por las facilidades con que algunas empresas (“oficinas”) oportunistas, normalmente de vida efímera y que nada aportan al país, importan productos de forma ocasional generando una competencia desleal con nuestro sector.
En estos momentos en que nos acucia una pandemia, una situación de vulnerabilidad sanitaria, conviene revisar y resignificar el valor e importancia estratégica de contar con una industria nacional de medicamentos. En numerosos países, quizás la amplia mayoría, la pandemia por COVID-19 expuso las debilidades de los sistemas sanitarios que dependen de la importación de productos farmacéuticos.
El precio promedio del medicamento en Uruguay es, desde hace años, el más bajo de América Latina.
En efecto, el cierre de fronteras, el aislamiento impuesto por los principales países fabricantes de insumos médicos, principios activos y medicamentos, la detención de la producción y la disminución dramática del comercio exterior, provocaron el desabastecimiento global de los sistemas sanitarios. Sin embargo, en Uruguay no se observaron dificultades en la provisión de medicamentos y su sistema sanitario continuó funcionando con normalidad. Inclusive, nuestra industria instalada proveyó de fármacos a países de la región, los que frente a la señalada problemática recurrieron a nuestros productos.
Si bien lo dicho refiere a una coyuntura particular, son múltiples los motivos para advertir la importancia de fomentar el desarrollo de la industria farmacéutica nacional, otorgando entre otras cosas, soberanía a nuestra población en ese sentido.
La Asociación de Laboratorios Nacionales (ALN), que presido desde hace diez años, tiene precisamente entre sus principales objetivos el desarrollo de la industria uruguaya en el marco de la libre competencia, y favorecer el acceso de nuestra población al consumo de medicamentos de alta calidad a precios razonables. La Asociación se fundó en el año 1942, y actualmente cuenta con veintidós empresas afiliadas, las que representan aproximadamente el 63% del mercado uruguayo en valores y el 90% en unidades físicas.
En este momento de pandemia no se observaron en Uruguay dificultades en la provisión de medicamentos. El sistema sanitario continuó funcionando con normalidad, inclusive la industria instalada proveyó de fármacos a países de la región.
ALN está afiliada a la Asociación Latinoamericana de Industrias Farmacéuticas (ALIFAR), entidad que nuclea a las agremiaciones industriales de la rama de los países del continente. Se encuentra acreditada ante la Organización Panamericana de la Salud (OPS), es reconocida en ámbitos institucionales (Comité Ejecutivo y Consejo Directivo) y en los distintos campos de la Red PARF (Red para la armonización de la reglamentación farmacéutica), entidad que regula las políticas sanitarias en materia de medicamentos en las Américas. Asimismo, ALIFAR es reconocida en carácter de observador por la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI).
La Asociación de Laboratorios Nacionales también está afiliada a la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), en tanto es la entidad empresarial que representa, defiende y promueve el desarrollo industrial del país.
Referencias:
[1] Excluye refinería y zonas francas.
[2] Excluye refinería y zonas francas.
[3] IMS Health
[4] Fuente: INE
Presidente de la Asociación de Laboratorios Nacionales (ALN).
Expresidente y director de la Asociación Latinoamericana de Industrias Farmacéuticas (ALIFAR).
Presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU).
Director de EFA Laboratorios.